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La Primera República

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La Primera República

Reconocedme, soy el mismo: chiquitín, travieso, enamorado, con tendencia a exagerar estas cualidades o defectos, si es que lo son. (…)

Ansío penetrar con vosotros en la selva histórica que nos ofrecen los adalides republicanos en once meses del año 1873, año de sarampión agudísimo del que salimos por la intensa vitalidad de esta vejancona robusta que llamamos España.

Con estas magistrales palabras se inicia La Primera República, deslumbrante novela en la que Galdós, con su habitual perspicacia, nos sumerge en los acontecimientos e intrigas de una de las épocas más convulsas y apasionantes de nuestra historia.

Páginas 296
Peso 388gr
Pérez Galdós

Benito Pérez Galdós

1843 Las Palmas de Gran Canaria (Est. Español) – 1920 Madrid (Madrid, Est. Español)
era el décimo hijo de un coronel del ejército, Sebastián Pérez, y de Dolores Galdós, una dama de fuerte carácter e hija de un antiguo secretario de la Inquisición. Escritor extraordinariamente prolífico (cada trimestre reunía un volumen de más de trescientas páginas), en 1873 Benito Pérez Galdós comenzó a publicar su obra cumbre, los Episodios nacionales. Tímido, rayando en lo patológico, modesto, atento observador de la realidad, Galdós poseía una portentosa memoria visual que reflejó en numerosos detalles de los personajes de sus novelas. Se levantaba al alba y escribía hasta las diez de la mañana, a lápiz, porque la pluma le restaba tiempo. Después paseaba por Madrid, cuyos habitantes y sus conversaciones fueron, para él, tema constante de inspiración. Adoraba la música, se acostaba temprano, escribía con fruición y apenas acudía al teatro. Shakespeare, Dickens, Cervantes, Lope de Vega, Eurípides y Tolstoi (a quien descubrió en su madurez) eran los autores que más frecuentaba. Ingresó en la Real Academia Española en 1889. Reconocido y admirado por público y crítica, y casi ciego, Galdós falleció en su casa de la calle Hilarión Eslava de Madrid el 4 de enero de 1920. El día de su entierro, unos 20.000 madrileños acompañaron su ataúd hacia el cementerio de la Almudena.
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