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La URSS y la contrarrevolución de terciopelo

21,50

Hay existencias

En memoria de Ludo Martens (1946-2011)

Traducido por Unión Proletaria

Hijo mayor de un fabricante de muebles, Ludo Martens creció en la pequeña comuna de Wingene, en el oeste de Flandes. En instituto, se interesa por la lengua y se hace redactor jefe del periódico para el ABN (Algemeen Beschaafd Nederlands, El Holandés Estándar). Este amor por la lengua permanecerá en el estilo que luego le será propio. Describir las luchas sociales, la gente y su medio de vida, la pequeña resistencia popular, las derrotas, las revueltas, las pequeñas y grandes victorias. Con este talento, más tarde escribiría en francés “Abo, una mujer del Congo”, una obra literaria sobre la resistencia contra la dictadura despiadada de Mobutu. Ludo supo atraer a los lectores en su propia simpatía por una mujer del pueblo que, a través de la lucha de Pierre Mulele contra la dictadura, llegó a la primera plana de la escena política. La Nueva Escena Internacional llevará más tarde el libro a la escena, acompañando el espectáculo con las percusiones de Chris Joris, amigo de ese aficionado al jazz que era Ludo Martens. Escribir es comprometerse. En 1994, en compañía del poeta afro-americano Amiri Baraka (el Rey Jones), organizó lecturas sobre “el arte en un mundo que gira hacia la derecha”. Las lecturas culminaron con un “Manifiesto por una poesía internacionalista” cuyo sueño era “unir en una contracorriente a todos los poetas comprometidos del mundo”.

Ludo, fundador del movimiento sindical estudiantil
En 1965, el joven estudiante Ludo Martens se va a estudiar medicina en Lovaina. Es un compromiso social. Estaba lleno de talento y tanto sus compañeros de clase como sus profesores vieron en él a un excelente médico, con mucho futuro. Pero no ocurrirá así porque Ludo no es el tipo de personas que quiera forjarse una carrera universitaria tranquila. Se hizo activo en la principal organización estudiantil de la época, la Katholiek Vlaams Hoogstudentenverbond (KVHV, Unión Católica Flamenca de los Estudiantes de Enseñanza Superior). En compañía, entre otras personas, de Walter de Bock y Paul Goznes (ambos dos están luego en la fundación del periódico De Morgen), y de Herwig Lerouge, comenzó a movilizar al movimiento estudiantil en otra dirección. En contra de las ideas conservadoras y mezquinas, Ludo Martens supo darle una orientación progresista, abierta e internacionalista. La creciente corriente progresista se traduce en el Studentenvakbeweging (SVB, Sindicato de Estudiantes). El execrable “Walen buiten” (valones fuera) es sustituido por el “Bourgeois buiten”. No sólo se lucha contra el establishment católico francófono, sino también la burguesía flamenca. El carácter elitista de la universidad flamenca, donde no se encuentran prácticamente hijos de familias obreras, también está en el punto de mira.
Estas posiciones han escocido en el clero, las autoridades académicas y la derecha nacionalista. Se hace lo posible para hacer desaparecer al grupo que rodea a Ludo del movimiento y del periódico que dirige, “Ons Leven” (Nuestra vida). Finalmente lo consiguen con la publicación de una edición de “Ons Leven” que denunciaba la pedofilia en el seno de la Iglesia. En la época, este tema era tan tabú que las autoridades universitarias pudieron utilizar esos artículos como pretexto para excluir a Ludo de la universidad.
Contra todo lo que nos divide: contra el nacionalismo y el racismo
La lucha contra el nacionalismo exclusivista en nuestro país ha sido desde el principio un hilo rojo en la existencia de Ludo Martens. Tras el separatismo se esconde una agenda antisocial y antisindical peligrosa, dirá Ludo con frecuencia. Y cuando otros partidos, uno detrás de otro, se han escindido sobre la base lingüística, él mantuvo al PTB como único partido unido, cuyos miembros, de todas las regiones, colaboran en la realización de un mismo ideal.
Ludo Martens no solamente combatió el nacionalismo exclusivista, sino también al racismo que divide también al pueblo. En la universidad, amplió el movimiento a la cuestión de la liberación de los negros en los Estados Unidos. Y, mucho más tarde, tras el primer “domingo negro” de 1991 – éxito electoral del Vlaams Blok – era uno de los pioneros del movimiento por la igualdad de derechos. Con la campaña Objetivo 479 917, sostuvo la recogida de firmas para el derecho a la nacionalidad belga para los inmigrantes residentes en Bélgica desde hace un mínimo de 5 años. Tantas firmas como las que recogió la extrema derecha en las elecciones. Mientras que los pesimistas decían que era imposible, miles de militantes de todos los horizontes y de todas las edades recorrieron las calles. Finalmente recogieron más de un millón de firmas. En compañía de diez jóvenes mujeres inmigrantes, Ludo escribió el libro “Tien gekleurde meisjes” (Diez chicas en colores), otra arma en la lucha contra el racismo.
Obreros – estudiantes: un solo frente
Los encuentros que tuvo durante el periodo de Mayo del 68 influyeron su pensamiento y sus actos de manera decisiva. En Berlín, había conocido a estudiantes marxistas alemanes que le introdujeron a los textos de Marx y Lenin. Así, Ludo también inspiró al Sindicato de Estudiantes que consiguió abrir los ojos de los estudiantes hacia el mundo del trabajo: Obreros – Estudiantes: ¡un solo frente!
Ludo explicaba a menudo que la verdadera libertad de los intelectuales consistía en comprender cómo estaba hecha esta sociedad, de dónde provenía la injusticia, cuáles eran las leyes de la historia y del cambio y, a partir de ahí, cómo actuar. Cuando los trabajadores de la fábrica ABR en Lovaina se pusieron en huelga, los jóvenes estudiantes del SVB se declararon en solidaridad con ellos. Ello supone toda una revolución en la universidad de la derecha, puesto que apenas diez años antes, los miembros del KVHV todavía servían de tropas de choque contra los piquetes de huelga en 1960-1961 (contra la ley única). El sindicato estudiantil supo revertir la tendencia, y otros muchos movimientos de solidaridad vendrían después, entre otros con los trabajadores de Ford Genk.
Tras su expulsión de la Universidad de Lovaina, Ludo Martens había ido a la Universidad de Gante, donde proseguía el movimiento estudiantil. Se había convertido en uno de los dirigentes de la lucha contra la censura en la universidad. El Gentse Studentenbeweging (GSB, Sindicato de estudiantes de Gante), en el que estaban, entre otros, Renaat Willlockx y Bob Roeck, se unió rápidamente al movimiento global por una universidad democrática y desarrolló una solidaridad activa con los trabajadores.
La fundación de un partido obrero
Ludo era consciente de que, para los estudiantes, la elección determinante de su vida llegaba sobre todo al final de sus estudios. ¿Qué existencia elegir? ¿Cómo mantener el compromiso social? En este debate entre los estudiantes de izquierdas, la influencia de Ludo Martens fue importante. Juntos estudiaron, entre otros libros, la obra “¿Qué hacer?” de Lenin. Y varios jóvenes decidieron irse a las fábricas. Pero, una vez en la fábrica, ¿qué hacer allí? En enero de 1970, unos 25 000 mineros iniciaron una huelga salvaje de seis semanas. Frente a la influencia nacionalista de la Volksunie en la industria del carbón, fue fundado el Mijnwekerswacht, un comité de huelga en el seno del cual se encontraban jóvenes mineros, estudiantes con sensibilidad social y miembros del Sindicato de estudiantes. Kris Hertogen destacó allí como líder del movimiento. Pero en el contexto de una huelga larga y penosa, otro debate está teniendo lugar. ¿Teníamos que crear comités de huelga por todas partes para llegar a la fundación de un sindicato combativo? ¿O teníamos que intentar traducir en un partido obrero, de forma duradera, la fusión entre el movimiento obrero y el movimiento de los estudiantes comprometidos? Tras muchos debates y bajo la influencia de Ludo Martens, se decidió fundar un nuevo partido. Un partido de la clase obrera, y no un sindicato. Con un periódico nacional – que se iba a convertir en el actual Solidaire – y no un boletín que se limite a coordinar experiencias. “Todo el poder a los obreros”, TPO (“Alle macht aan de arbeiders”, AMADA), había nacido. Al cabo de diez años de trabajos preparatorios, será finalmente renombrado como PTB en 1979. Un partido al servicio del pueblo, ésa es su ambición. Es igualmente de este concepto que nació en 1971 la ONG Medicina para el Pueblo, gracias a Kris Merckx que creó un hogar médico de atención primaria que practica la medicina gratuita en los barrios obreros de Hoboken. El PTB tiene hoy más de 4500 miembros, es activo en 30 ciudades y en 120 empresas y oficinas, tanto en Valonia y Bruselas como en Flandes. Desde entonces, Medicina para el Pueblo cuenta con 11 centros de medicina de atención primaria, que emplean a 60 médicos y cuidan a más de 25 000 pacientes. En su obra “El partido de la revolución”, Ludo Martens ha plasmado la herencia de más de treinta años de experiencia en la lucha por la formación de un partido comunista obrero.
Asiduo y a caballo sobre el estudio
En el seno del joven partido, Ludo insistía en el estudio riguroso y concreto, basándose en los hechos. Llevó una lucha contra el discurso vacío y dogmático que se oye a veces. Hay que tener el espíritu abierto, y conviene aprender lo que ha de ser aprendido, decía a menudo. Así, en 1985, describió en “Pierre Mulele o la segunda vida de Patricio Lumumba” la vida del revolucionario congoleño Pierre Mulele. Consultó a numerosos expertos, incluso algunos con los que discrepaba en cuestiones fundamentales. Recuperará este estilo más tarde en su trabajo sobre Kabila. Escuchó a no menos de 1500 testigos y anotó todo con minucia, con su escritura minúscula tan típica. Ludo era perseverante y muy riguroso. Nada de medias tintas, cada uno tiene que superarse a sí mismo. Hay que poner el listón muy alto, estudiar y trabajar con rigor. Ésa era su visión de la política para formar responsables del partido.
Ludo era severo, a veces obstinado, pero ello no le impedía en modo alguno reconocer sus errores. Cuando la huelga de los mineros de 1971 no fue reconocida por los sindicatos, esto llevó al joven partido a seguir una línea hostil hacia los sindicatos. Pero la huelga de los obreros de los astilleros navales Boel, en Tamise, demostró que las cosas podían ocurrir de otra forma: una delegación sindical combativa y democrática, en un frente unido, goza del apoyo de todos los trabajadores. Esta experiencia convenció a Ludo de que era necesario iniciar el debate para cambiar de línea política. Nada de antisindicalismo, sino un reforzamiento de las fuerzas progresistas en el seno del sindicato. Hay que proteger el movimiento sindical de los ataques de la derecha y el establishment y de sacar lecciones de las experiencias y corregir los errores.
La contrarrevolución de terciopelo
En los años 60, los jóvenes fundadores del PTB fueron testigos de la progresiva erosión de los principios marxistas en la Unión Soviética. Vieron al régimen alejarse del pueblo y acaparar cada vez más privilegios. Vieron evaporarse la solidaridad internacional en beneficio de una política de conciliación con el imperialismo. El revisionismo del Partido Comunista de la Unión Soviética fue muy criticado y esto condujo a debates acalorados con el Partido Comunista Belga. Bajo la influencia de China, se llegó a pretender que la Unión Soviética estaba yendo irremediablemente por el mal camino y que había adoptado un comportamiento imperialista. Cuando a mediados de los años 80 se inició el debate en Moscú, Ludo no dudó en reexaminar las ideas del partido de manera crítica. Siguió criticando el estatismo del sistema y la erosión de los principios, pero propuso un análisis de la realidad más matizado, que no se limitaba a un análisis simplista o izquierdista. Si el capitalismo consigue realmente introducirse en la Unión Soviética, será una catástrofe, no solamente para los millones de personas que viven al Este, sino también para el movimiento obrero en nuestro país, decía Ludo. Esta es la principal constatación de “La contrarrevolución de terciopelo”, una obra que ofrece un análisis minucioso de esta revolución “suave” que opera en el Este. Si en otros libros y artículos, Ludo defendió los logros de los diferentes países socialistas, que según él fueron notables y ejemplares, también buscaba saber cuáles eran las causas de la degradación que había llevado al derrumbamiento del socialismo en el Este. Estos análisis han contribuido a ayudar a los comunistas del mundo entero a hacer el balance de la primera experiencia de construcción del socialismo en la historia contemporánea. Esta posición también está en los fundamentos de la organización anual del Seminario Comunista Internacional, un acontecimiento que en la época de la globalización, tiene por objetivo el contribuir a facilitar los intercambios entre partidos comunistas y a reforzar el movimiento comunista mundial.
Trabajar con personas que tienen ideas diferentes
Resultado de imagen de ludo martens ptbLudo nunca renunció a sus principios. En Lovaina, aprendió a dirigir un gran movimiento. Aprendió a sellar alianzas, a trabajar con gente que tienen ideas diferentes a las suyas. Cuando en 1986, el periódico De Morgen estaba hasta arriba de problemas, hizo un llamamiento para apoyar al periódico y decidió involucrar a todo el partido en esa campaña. Incluso si muchas personas no compartían las ideas de Ludo, todos fueron testigos del respeto que mostró en la cooperación. Aquello también fue un hilo conductor de sus acciones en el seno del partido. Jamás rehuir del debate, siempre mantenerse tranquilo (una tranquilidad que hacía que algunos se tiraran de los pelos), pero al mismo tiempo tener siempre argumentos y poner en cuestión las ideas de uno. Una divergencia de opinión es una divergencia de opinión, nada más. Ludo siempre buscó una manera de ofrecerle a cada uno el lugar que le permitía dar lo mejor de sí mismo. Estaba convencido de que el hecho de ser capaz de trabajar con personas provenientes de medios sociales diferentes y dotadas de capacidades diferentes permitió que nuestra organización se mantuviera unida, mientras que la mayoría de las organizaciones nacidas después de Mayo del 68 desaparecieron al cabo de algunos años por tensiones y conflictos internos.
Durante los diversos congresos del partido, Ludo Martens siempre fue reelegido presidente. No solo por sus méritos, sino también por los proyectos y los impulsos con los cuales le dio una orientación al partido. Era un hombre profundamente ambicioso. No obstante, en 1999, le preguntó a la dirección del partido si podía concentrar sus actividades militantes en el Congo. Aquella fue la ocasión para permitir a otros camaradas el poder dirigir el partido. Entre 1999 y 2003, el partido estuvo bajo la dirección de Nadine Rosa-Rosso, secretaria general. En 2004, el partido tuvo una dirección colegiada compuesta por Baudouin Deckers, Lydie Neufcourt y Peter Mertens. En 2008, Peter Mertens fue elegido como el nuevo presidente del partido por el congreso.
Lo que es menos conocido, es que fue el propio Ludo quien puso la primera piedra del renuevo del partido. En 1999, antes de irse al Congo, tras los malos resultados electorales del PTB, redactó un estudio considerable sobre el sectarismo que reinaba en la época en el PTB. Según él, el partido tenía que deshacerse de su actitud de dador de lecciones y de “siempre tengo razón”. Tenía que convertirse en un partido moderno, abierto, sin renunciar a sus principios. Es el renuevo que fue profundizado en 2004 y 2008, culminando en el VIII Congreso del PTB. Desde entonces, el PTB ha crecido hasta alcanzar los 4500 miembros.
Congo: devolverle la historia a quienes la hacen
Detrás de la apariencia, a veces severa, de Ludo, se escondía un hombre siempre abierto a las experiencias de todo el planeta. De hecho, fue en discusiones con los estudiantes latinoamericanos de Lovaina que Ludo y la generación de izquierdas de entonces conocieron la lucha del Che Guevara y las experiencias de Mao Zedong en la lucha contra el colonialismo y el imperialismo. Esta solidaridad internacional incondicional, que también se expresó plenamente en la solidaridad con el pueblo vietnamita, era una característica de Ludo. El líder estudiantil de los años 60, que tuvo la posibilidad de forjarse una carrera burguesa (y más de uno de entre sus compañeros de viaje de Mayo del 68 terminó escogiendo este camino), eligió tener una vida simple. No se dejó seducir por los grandes salarios o por signos exteriores de riqueza. Su mirada estaba hecha a la medida del mundo, su estilo de vida era modesto.
Así fue también en el Congo, donde pasó desde 1999 sus últimos diez años de vida activa. En 1968, el joven Ludo ya estaba convencido de que teníamos, como revolucionarios y anticolonialistas, el deber de apoyar la liberación del pueblo congoleño. El colonialismo belga fue particularmente cruel; no había dado a los congoleños ninguna posibilidad de cursar estudios. Es uno de los motivos de la situación catastrófica de este rico país de África. La falta de cuadros ha permitido a Mobutu crear en su etapa en el poder una capa de políticos corruptos, siempre dispuestos a entregar a empresas occidentales las riquezas de su país. Ludo se involucró en la ayuda activa a la liberación del Congo. Apoyó a los congoleños que buscaban sacar a su país de la miseria; les ayudó a recuperar la confianza en ellos mismos, a mirar con orgullo su propia historia, a redescubrir el pasado revolucionario del Congo. Quiso devolver la historia a quienes la hacen. Era el objetivo de sus libros sobre Pierre Mulele, Léonie Abo y Laurent-Désiré Kabila, de los que los expertos reconocen su seriedad, y sus oponentes su tremenda eficacia. Por desgracia, la enfermedad impidió que pudiera terminar este trabajo. Desafortunadamente, nos toca ahora a nosotros devolver la historia a Ludo. Pero sus libros, la organización que ayudó a poner en pie y los miles de militantes que ha inspirado en el mundo forman una base sólida para continuar la lucha de liberación.

 

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