1. Inicio
  2. /
  3. Libros
  4. /
  5. Libros Templando el Acero
  6. /
  7. Libertad de la personalidad M.A. Lifschitz

Libertad de la personalidad M.A. Lifschitz

11,50

Hay existencias

Una recopilación de artículos de Mijaíl Alexandrovich Lifschitz. Por supuesto una de las primeras preguntas que surgen es ¿Quién es Mijaíl Lifschitz? ¿Por qué publicarlo? La respuesta obvia es que la necesidad de semejante publicación es justamente la de dar a conocer a este profundo pensador. Pero, más importante, ayudar en la valoración de un período muy importante de la historia del pensamiento mundial.
En el mundo de habla rusa, o de influencia del idioma ruso, Lifschitz no es extraño, sus obras se publican, se difunden por internet, y muchos dan su opinión sobre estas. La editorial «ROSSPEN» lo incluye en su colección «Filosofía rusa en la segunda mitad del siglo XX» y respecto esta publicación se reseña en el sitio «Leamos juntos» («ЧИТАЕМ ВМЕСТЕ»): «Libro dedicado a uno de los más singulares filósofos de la era soviética Mijaíl Lifschitz. En la URSS, Lifschitz era una figura atípica, era muy independiente, muy original, pero con el pleno derecho para reclamarse marxista ortodoxo. En los años 90 fue sujeto a bloqueo por esa ortodoxia, y la apropiada asimilación de las ideas teóricas de Lifschitz quedó en suspenso.»
Bien se podría argumentar que un pensador como Lifschitz puede tener trascendencia en su natal Rusia, pero esta muy lejos de interesar al lector latino. No aceptamos este argumento, creemos que todo pensador que lidie con problemas de carácter universal nos es relevante. La cuestión del desarrollo social, del movimiento de la historia, es una problemática debatida en todo el mundo, es la cuestión de las alternativas para el futuro. Lifschitz aborda este problema, en su crítica de la llamada «sociología vulgar» al rechazar las interpretaciones dogmáticas. «Como sustituto al criterio objetivo de valía la sociología vulgar recurre a la idea abstracta de la lucha de lo nuevo y lo viejo (es malo lo que es anticuado, bueno lo que es nuevo)» (Libertad de la personalidad, p. 92).
Educación, arte, ciencia, en todos los planos de la vida humana, se plantea la necesidad de avanzar, la de decidir como progresar. evidentemente, no es ajeno a este dilema ¿Qué hacer? Si tomamos, por ejemplo, la cuestión de la educación nos acecha la interrogante de si acaso debemos  hacer lo que recomiendan las «novísimas» teorías pedagógicas y desechar todos los viejos métodos de enseñanza.
«Citaré aquí las palabras del importante filósofo, uno de los creadores de la mecánica cuántica, Heisenberg. Quién tuvo el paradójico pensamiento sobre que la auténtica revolución en la ciencia era lograda precisamente por los conservadores… «Conservador» para Heisenberg era este hombre, que caminaba por las vías de la ciencia, ya conquistadas por la humanidad… Aquí el rol esencial de Lifschitz, que diferenció el conservadurismo reaccionario destructor de la civilización humana — centurias negras… del conservadurismo de Hegel y Platón, que realizaron grandes, revoluciones filosóficas radicales. Recuerdo que también Lenin fue llamado conservador, por ejemplo, en el campo de sus gustos estéticos.» («Falsa protesta del modernismo», entrevista a Víctor Arslanov).
Esta idea central de Lifschitz (resumida por el académico Arslanov en el párrafo anterior), de defensa de los logros de la historia humana, fue justamente lo que lo llevo a la polémica. Su crítica al vanguardismo artístico al que vinculaba con la sociología vulgar pues el principio fundamental, en ambos, es «la negación de la verdad objetiva y absoluta no solo en el sentido literal, cognitivo de la palabra, sino también en el sentido de la moral y la estética; es decir la negación de lo bueno y lo bello» (Libertad de la personalidad, p. 91) La defensa irrestricta de estos principios, que en su opinión eran fundamentales para la compresión marxista-leninista de los procesos históricos, en los lejanos años 60 y 70 llevaron a que Lifschitz fuese calificado por Solzhetnizin de «marxista mineral antediluviano» y por el disidente Kopelev de «abogado de las fuerzas mas reaccionarias», en 2004, un crítico moderno diría «su dogmatismo encontró ahora y entonces brillante expresión en conferencias y libros que tratan los más diversos problemas; desde la inmortalidad del clasicismo a los caprichos de la revolución sexual» esto a la vez de proclamar el «carácter absoluto de la doctrina marxista».
Como el propio Lifschitz alguna vez insinuó, ser un mineral antediluviano no era malo, pues es con estos minerales con los que la humanidad ha construido ciudades, maquinaria y todo aquello que encarna la cultura y civilización. ¿No es acaso esto relevante para el lector ? Pensamos que si, y citando a Lifschitz, decimos: «me permito proponer al lector algunos modelos de mi «marxismo mineral»» (Prefacio a «La mitología antigua y moderna»).
Equipo editorial EDITHOR (abril 2011)
Quizás te pueda interesar:
Menú